Thursday, October 26, 2006

LA MIRADA ESCRUTADORA

ESCRUTAR (Del lat. scrutāre).
1. tr. Indagar, examinar cuidadosamente, explorar


La mirada escrutadora no tiene otra intención que la de volcar los pensamientos, reflexiones, vivencias del ser finito que mira al Ser Infinito.

El Ser Infinito, Dios, que es todo amor, todo pureza y que nos mira. La foto está a propósito, no sólo porque sea yo al poco de nacer, sino porque la mirada de un bebé es la más limpia, inocente, pura, llena de interrogante, de curiosidad que existe y al verla me hace pensar en cómo nos mira Dios y tratar de alcanzarle desde los hechos de mi vida.

La mirada de Dios sobre cada uno de nosotros es el gran misterio, ¿cómo nos mira, cómo nos "escruta" Dios? y tratar de comprender esa mirada, para mí es la gran búsqueda del alma creyente que busca a Dios, para no sólo tratar de comprenderle a El, sino para tratar de comprendernos a nosotros, con nuestros misterios más insondables.

Este apartado, seguramente será la parte más libre y a la vez personal que escriba. Sin orden ni concierto, con vivencias, anécdotas, personas, historias, recuerdos, lecturas, todo hechos reales que han ido pasando por mi vida, tratando de elevarlo al plano divino, a la verdadera mirada. El único anhelo, llegar a ver todo desde Dios y desde la mirada de Dios, qué difícil camino "mas qué alta está la cumbre y qué difíciles son tus caminos Señor".
Hay algo que me inquieta desde hace un tiempo. Describir las cosas de Dios en las almas. A mí me resulta difícil, al menos de palabra, por escrito menos y sabiendo que siempre te quedarás corto en la descripción, Dios es inenarrable. Por un lado guardarse cosas a uno mismo, sobretodo las buenas, no es bueno, tampoco es malo, pudiera ser búsqueda de uno mismo, pudiera ser vanidad y recrearse en uno mismo, o bien pudiera ser amor a Dios, necesidad de comunicar "las maravillas que Dios ha hecho en mí" (Magnificat) y sin con esto se abre otra mirada a otras personas mejor.
Sea lo que fuere, desde mi nada, esto es LA MIRADA ESCRUTADORA.

Pero el Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo:
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.
(Salmo 10)

Wednesday, October 25, 2006

LA VOLUNTAD DE DIOS



Hace años escuché la historia real y que además últimamente me viene mucho a la memoria de un joven sacerdote. Este joven sacerdote, en tiempos de mucha dificultad e incomprensión hacia él y hacia el Plan que Dios tenía sobre su vida, recurría una y otra vez a rezar siempre al mismo lugar. Un día ahogado en sollozos se le ocurrió mirar a la imagen que presidía el altar al que acudía a rezar y se dió cuenta que era la de la Virgen del Perpetuo Socorro. Narrado por él describe la inmensa paz, fortaleza y seguridad que experimentó en aquel momento en su oración con María.

Lo de "la Voluntad de Dios" es algo muy oído y reiterado frecuentemente en las personas que cultivan la vida espiritual. Otros ni comprenden lo que ese término significa. Es tan profundo que para aquel que se dispone a seguirlo la sensación es la de ponerse al borde del precipicio. Sobre todo es un proyecto de dos, pero que nos aferramos a pensar que es sólamente nuestro. El proyecto vital de la Voluntad de Dios con cada uno, parte de El no de nosotros, es "su" elección particular. Es por tanto un proyecto de amor, de intimidad, de dejarse amar por Dios, de aceptación y tirarse al vacío después de haber asomado las puntas de los pies al precipicio. Lo mejor es lo que viene después. Pero hay que atreverse a poner los pies en el precipicio, sin mirar atrás y saltar confiadamente hacia donde El indique.

Eso de saber con certeza qué quiere Dios de uno, qué quiere transformar y conformar en el alma de uno Dios para su causa, sin duda, es un gran misterio. Hay épocas de absoluta claridad. Recuerdo, sin ir más lejos en Santiago de Compostela, año 1989 qué claridad, qué osadía la del alma joven dispuesta a dejarse hacer por Dios. Qué certeza y convicción para seguir a Cristo. Sin duda Juan Pablo II ayudó a esa certeza con la llamada a la santidad que nos hizo a todos los jóvenes del mundo.

La vida sigue y uno a medida que avanza, se autoconvence de que está dentro de la Voluntad de Dios y poco a poco va haciendo un Dios a su medida, no dejando que Dios sea el que te ponga la medida.

Dios nos ve en todo momento, Dios nos escruta, pero para que haya encuentro y unión de voluntades, necesario es desde abajo mirar hacia arriba, como el niño pequeño que siempre tiene que mirar hacia arriba, su estatura poco más le permite, sobretodo de cara a los mayores.

La Voluntad de Dios es misteriosa y más cuando hay silencio, interior y exterior. Que haya paz no quiere decir que uno sepa lo que quiere Dios de él. Aún recurriendo a las personas con autoridad espiritual que quieren ayudar, incluso ahí Dios permite que el interrogante se dibuje en su rostro. Qué difícil a veces, pero hay una certeza, una convicción si uno quiere servir a Dios le sirve, a lo mejor la Voluntad de Dios está en que nunca sea claro el modo, sino que en gerundio uno termina rindiéndose ante el amor, dejándose polarizar por esa idea.

Seguramente la Voluntad de Dios no vaya por los cómos, ni por los cuándos, sino por los aquí y ahora traducidos en fidelidad a la conciencia, búsqueda del mayor bien para los demás, olvido de uno mismo, desapego aún de lo bueno, incluso de los dones concedidos por Dios que sólo en la medida en que sean por El, para El y sus almas tendrán su sentido y fructificarán en gracia. Y polarizarse por el amor suena precioso, muy bonito pero cómo-se-come, en gerundio y queriendo prestarse a Dios.

No sé, eso de la Voluntad de Dios es un caminar y una escucha, un disponerse y no saber para qué un no querer buscarse, sino que Dios te encuentre, te utilice para su mayor gloria, y mientras tanto... en paz.

Tuesday, August 08, 2006

LA PRESENCIA DE DIOS



Caminaba con una amiga, iba de camino al colegio. Tarde primaveral, siempre celebrábamos a la fundadora de la congregación por mayo. Mi clase iba a representar algo relacionado con payasos, todas las niñas íbamos disfrazadas de payasos. La que me maquilló lo debió hacer tan bien, tan bien, que no se me reconocía.

¿9 o 10 años? no recuerdo bien, pero no tenía más. De camino, por la avenida de la Reconquista - mi ruta diaria de casa al cole, del cole a casa, la gente me paraba, me preguntaba ¿quien eres? yo seguía la broma, cambiando la voz, disimulando y no me tenía que esforzar gran cosa, efectivamente nadie me reconocía, nadie sabía quien era. De repente empecé a pensar, nadie me reconoce, nadie sabe quien soy ¡pero!! sentí algo indescriptible que se convirtió en convicción para el resto de mi vida, nadie excepto Dios, que siempre me ve, me reconoce, ante Quien no puedo ocultarme ni ocultarle nada.

Ahí quedó mi primera experiencia de Dios, de sentir su Presencia, de darme cuenta de que El siempre me mira. No sentí ni miedo ni nada, simplemente un pensamiento que con los años se ha ido reforzando. Muchas veces, cuando miras hacia dentro, sobretodo en ese recóndito lugar que es mi conciencia me ha seguido persiguiendo este pensamiento, esta convicción y seguridad. Qué libre me hace, te quedas medio desarmado. Infunde valor, confianza y serenidad. Sobretodo en las contrariedades de la vida, en esos momentos en los que tu quieres decir algo y tomar una actitud hacia algo y alguna persona entiende lo contrario. En las relaciones humanas entran en juego todo tipo de cosas, objetivas y subjetivas, carácter, temperamento, impresiones, depresiones, interpretaciones, autosuficiencias, bondades. En definitiva, una sóla cosa es cierta, nos demos cuenta de ello o no, siempre estamos en presencia de Dios.

Caminaba con una amiga... iba de camino al colegio... me disfrazé de payaso...nadie me conocía....
Y Dios miraba...

Monday, August 07, 2006

LA GRACIA VINO UN VERANO



El catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que toda persona que siempre ha sido fiel a su conciencia se salva. Y aquellos creyentes que se han adherido de palabra y obra a los dictados de su religión, esa persona se salva, se va al cielo (CIC#). Para mí aquí comienza el misterio de la gracia. Muchas veces repasando mi vida me he asombrado al constatar que a pesar de mi pecado, la gracia de Dios siempre ha estado ahí. Pero es otra gracia, es lo que yo llamo “la gracia recurrente”, la que Dios envía a quienes quiere acercárselos a El, por amor y sin pretender comprenderlo, no hay explicación. La otra, la habitual es la gracia permanente, el que está en gracia de Dios, vive alejado del pecado y goza de su intimidad.

Era verano, mis veranos eran una prolongación del año escolar, venían marcados por las asignaturas pendientes para septiembre, en fin…negar el pasado es negarse a sí mismo. Mi tradicional realidad siempre pasó por ser un desastre como estudiante. Supongo que la vida, las personas, las películas, los libros, las hormigas y cualquier cosa me gustaban más que ponerme a estudiar.

Aquel verano, mi tiempo se dedicaba a estudiar, pasear por mi ciudad, sin amigos, piscina y sin vacaciones. Dios se sirvió de ello para presentarse a mí.

Seguramente tendría 18 años; menos en los estudios, en casi todo lo demás estaba centrada, una chica normal de su edad con vida sana y amistades estupendas. En una cosa no estaba centrada, en las cosas de Dios. Tras años de práctica intermitente e inconsciente, sin vida sacramental conocida. Un hecho en mi vida hizo primero que me enfrentara a mi conciencia y segundo que me dirigiera a Dios, le pedía que me ayudara a comprender la realidad que estaba contemplando desde El.

Misteriosamente, en medio de ese aislamiento social y tranquilidad que me acompañaban - mi ciudad en verano es un horno – estudiaba y rezaba. Comencé a rezar delante del Sagrario, alguna que otra vez iba a Misa. Pronto se hizo hábito, costumbre, conscientemente dejaba espacios para ello. No sé qué me daba Dios, no sé qué me aportaba eso de “rezar” pues ni siquiera sabía hacerlo, no sabía qué cosa era rezar. El caso es que Dios me invadió, su presencia y el recurrir en todo momento a El comenzó a ser normal para mí.

Hasta una tarde de ese verano, fui a misa, llegué un rato antes. No había gente, era la iglesia de mi colegio, grande, con su Cristo imponente de madera, esculpido por la Hermana Trillo. Los rayos invadían entre sombras la iglesia a través de las vidrieras multiformes y multicolores. Sentada en el último banco, miraba. Silencio absoluto. De repente me vino una pregunta: ¿de qué me sirve venir aquí si a El no le recibo? Si no comulgo. La respuesta era sabida y conocida: confiésate y podrás.

Curiosamente (ahí está la gracia) lo vi clarísimo. Salí decidida, no recuerdo si me confesé de inmediato o si esperé días, no lo recuerdo. Lo que sí sé es que me confesé, comencé a ir a misa a diario y Dios, la Eucaristía eran lo más necesario y fascinante que me había pasado en mi vida.

A partir de ahí El me guiaba, yo le escuchaba y preguntaba. Apareció el Espíritu Santo, a raudales se me abrió “la vida interior”. Yo no sabía nada, sólo sabía que todo me sobraba, el mundo, la gente. Dios y yo, El siempre presente, yo ávida de El.

Así es la gracia, así actúa Dios, así nos mira.

Era verano… mi ciudad era un horno
Seguramente tendría 18 años...
De repente me hice una pregunta… salí decidida
La vida interior apareció en mi interior…
Y Dios miraba…

LIBERTAD ...Y DIOS MIRABA

Londres, hará unos 17 años. Domingo, paseaba por Hyde Park, me gustaba ir a Speaker’s Corner y escuchar a los locuaces y muchos de ellos veraces discursos de los speakers. Para una joven española, pardilla y con los ojos abiertos para descubrir el mundo (no para comérselo) aquello resultaba fascinante.

Te encontrabas al profeta mesiánico con un cartel gigante colgado que anunciaba que pronto llegaría el fin de los tiempos, con la Biblia en la mano y recitando de memoria extractos del Apocalipsis o de San Juan. Veías a abuelos con sus insignias de guerra o con la boina de soldado inglés haciendo memoria de los discursos de Churchill durante la II Guerra Mundial... en fin, varios domingos alimentaron mi diversión y curiosidad.

Un día, sin saber cómo ni porqué recuerdo que debí replicar a alguno que estaba dando su discurso, no recuerdo el tema pero algo tenía que ver con Dios y con la Iglesia. El caso, es que cuando aún uno no conoce demasiado la palabra moderación, debí apasionarme y aún dándome vergüenza pronunciarme en voz alta delante de un buen número de gente, de repente me vi envuelta en un círculo rodeada de gente haciendo preguntas y yo tratando de responder.

Cuando acabó la genuina escena, yo asombrada de mi misma, me abrí paso y continué mi paseo dominical. En esto se me acerca un joven de mi edad, claramente veía que era asiático sin acertar bien de dónde. Comenzamos a hablar y me empezó a hacer preguntas sobre Cristo, yo le respondía como podía y le preguntaba sobre su religión, era musulmán. Mi gran sorpresa y lección aprendida fue descubrir lo mucho que él sabía y conocía sobre la vida de Cristo.

Amén de intentar convencerme sobre su religión, (hice yo lo mismo tratando de convencerle de la mía), no llegamos a ningún lado, salvo la de haber mantenido un verdadero y fructífero diálogo, lleno de apertura y libertad, eso ya fue mucho. La enseñanza magistral que me dio fue la de conocer por primera vez que no sólo era muy ignorante respecto a mi propia religión, sino que una persona de otra supiera y conociera más de la mía que yo misma, y prácticamente no saber nada de la suya salvo nociones básicas.



Roma, por entonces yo era más joven de lo que aún sigo siendo… hará unos 14 o 15 años y algo más cuajada que cuando anduve por Inglaterra. Atendía al frutero que venía semanalmente a dejar el pedido al centro de peregrinos. Durante un tiempo la cosa no pasaba de hola, adiós, dónde firmo, que tenga buen día. Supongo que era porque mi italiano era bastante chapucero. Un día comenzamos a hablar, que si de dónde es, que si tiene familia, que cuánto tiempo llevaba en Italia, etc… el buen hombre era musulmán. Encontrarte personas diferentes a ti y a tu mundo, para mi siempre es un aliciente, para conocer más, descubrir, intercambiar. Total, que al final la conversación fluyó más o menos así: (resumo lo principal que recuerdo que es lo que se queda en el corazón, no en la memoria).

Pregunta ¿pero tú practicas tu religión? Respuesta: pues no, la verdad que no.
Pregunta ¿pero crees en Alá? Respuesta: sí claro, como tu crees en tu Dios, para mí es el mismo y lo mismo. Además yo veo muy bien a los cristianos…
Pregunta ¿Por qué no te haces cristiano? Respuesta (aclaro, el rostro le cambió como si estuviera viendo horrorizado a un fantasma) ¡no, no!!! ¡un musulmán nace musulmán y muere musulmán!!.

Yo traté, primero de comprenderle, tarea ardua, y luego de explicarle que no habría ningún problema que mucha gente se cambia de una religión a otra sin problemas... que Dios es amor... La respuesta siempre fue la misma: ¡no, no!!! ¡Un musulmán nace musulmán y muere musulmán!!.

Al final cada uno siguió su camino, él continuó trayendo la fruta y hablábamos de la vida y del amor, firmaba el pedido y adiós muy buenas.

Una escena llamó la atención de mi memoria, me conduje a la otra escena de hacía unos años, y mi mente abordó el tema de la libertad, de la verdadera libertad y a dar gracias a Dios primero por mi libertad y segundo por mi religión. Una nace cristiana y por gracia de Dios muere cristiana nunca por imposición, por temor, sino por amor y adhesión. Libertad comprendida como dependencia de Dios que en resumen es la disposición permanente a obedecer a Dios y a buscar su Voluntad.




Paseaba por Hyde Park… nunca dejas de asombrarte, siempre aprendes … dialogamos, preguntamos, respondemos ...
Roma...libertad, persona, religión...

Y Dios miraba…