LA VOLUNTAD DE DIOS


Hace años escuché la historia real y que además últimamente me viene mucho a la memoria de un joven sacerdote. Este joven sacerdote, en tiempos de mucha dificultad e incomprensión hacia él y hacia el Plan que Dios tenía sobre su vida, recurría una y otra vez a rezar siempre al mismo lugar. Un día ahogado en sollozos se le ocurrió mirar a la imagen que presidía el altar al que acudía a rezar y se dió cuenta que era la de la Virgen del Perpetuo Socorro. Narrado por él describe la inmensa paz, fortaleza y seguridad que experimentó en aquel momento en su oración con María.
Lo de "la Voluntad de Dios" es algo muy oído y reiterado frecuentemente en las personas que cultivan la vida espiritual. Otros ni comprenden lo que ese término significa. Es tan profundo que para aquel que se dispone a seguirlo la sensación es la de ponerse al borde del precipicio. Sobre todo es un proyecto de dos, pero que nos aferramos a pensar que es sólamente nuestro. El proyecto vital de la Voluntad de Dios con cada uno, parte de El no de nosotros, es "su" elección particular. Es por tanto un proyecto de amor, de intimidad, de dejarse amar por Dios, de aceptación y tirarse al vacío después de haber asomado las puntas de los pies al precipicio. Lo mejor es lo que viene después. Pero hay que atreverse a poner los pies en el precipicio, sin mirar atrás y saltar confiadamente hacia donde El indique.
Eso de saber con certeza qué quiere Dios de uno, qué quiere transformar y conformar en el alma de uno Dios para su causa, sin duda, es un gran misterio. Hay épocas de absoluta claridad. Recuerdo, sin ir más lejos en Santiago de Compostela, año 1989 qué claridad, qué osadía la del alma joven dispuesta a dejarse hacer por Dios. Qué certeza y convicción para seguir a Cristo. Sin duda Juan Pablo II ayudó a esa certeza con la llamada a la santidad que nos hizo a todos los jóvenes del mundo.
La vida sigue y uno a medida que avanza, se autoconvence de que está dentro de la Voluntad de Dios y poco a poco va haciendo un Dios a su medida, no dejando que Dios sea el que te ponga la medida.
Dios nos ve en todo momento, Dios nos escruta, pero para que haya encuentro y unión de voluntades, necesario es desde abajo mirar hacia arriba, como el niño pequeño que siempre tiene que mirar hacia arriba, su estatura poco más le permite, sobretodo de cara a los mayores.
La Voluntad de Dios es misteriosa y más cuando hay silencio, interior y exterior. Que haya paz no quiere decir que uno sepa lo que quiere Dios de él. Aún recurriendo a las personas con autoridad espiritual que quieren ayudar, incluso ahí Dios permite que el interrogante se dibuje en su rostro. Qué difícil a veces, pero hay una certeza, una convicción si uno quiere servir a Dios le sirve, a lo mejor la Voluntad de Dios está en que nunca sea claro el modo, sino que en gerundio uno termina rindiéndose ante el amor, dejándose polarizar por esa idea.
Seguramente la Voluntad de Dios no vaya por los cómos, ni por los cuándos, sino por los aquí y ahora traducidos en fidelidad a la conciencia, búsqueda del mayor bien para los demás, olvido de uno mismo, desapego aún de lo bueno, incluso de los dones concedidos por Dios que sólo en la medida en que sean por El, para El y sus almas tendrán su sentido y fructificarán en gracia. Y polarizarse por el amor suena precioso, muy bonito pero cómo-se-come, en gerundio y queriendo prestarse a Dios.
No sé, eso de la Voluntad de Dios es un caminar y una escucha, un disponerse y no saber para qué un no querer buscarse, sino que Dios te encuentre, te utilice para su mayor gloria, y mientras tanto... en paz.
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